Capítulo 9: La Práctica De La Generosidad
Algunos comparten lo poco que poseen,
Otros que son ricos no les gusta dar.
Una ofrenda que se da de lo poco que uno tiene
Tiene mil veces más valor que el regalo en sí.
Samyutta Nikaya 1.32
Existen dos maneras distintas de comprender la generosidad. Una es como una expresión natural y espontánea de una mente abierta y un corazón abierto. En dicho caso, si estamos relacionados de corazón con otras personas, no tenemos que decidir si vamos a ser generosos o no, el dar simplemente fluye de nuestro ser. Esta tipo de generosidad es común verla en una madre para con sus hijos. La segunda manera de entender la generosidad es como una práctica o un ejercicio al cual le ponemos empeño aunque no nos nazca con naturalidad.
Como práctica, no actuamos generosos simplemente porque nos parece ser algo virtuosos. La práctica tiene dos funciones muy importantes. Primero, nos ayuda a relacionarnos con otros seres y a la vez a conocernos a nosotros mismos. Al dar se establece una relación entre el que da y el que recibe, por lo tanto los actos de generosidad nos ayudan a aprender más sobre la calidad de nuestras relaciones y a la vez se vuelven más profundas. Esta es una consecuencia importante de la generosidad. Practicar la generosidad junto con la meditación nos asegura que nuestra práctica espiritual no se desarrolle desvinculada de los demás.
Segundo, a través de la práctica de la generosidad empezamos a entender dónde estamos cerrados o endurecidos, dónde nos limitamos, y qué nos causa temor. Descubrimos lo que nos impide ser generosos. Cultivamos la práctica de la generosidad para comprender dónde nos resistimos.
Cuando somos generosos a manera de práctica intencional, hay diferentes ejercicios útiles que podemos ensayar. Por ejemplo, podríamos pasar una semana buscando una persona necesitada para regalarle alguna suma de dinero. Fíjate qué pasa durante esa semana. ¿Qué pensamientos surgen en tu mente?¿Cómo reaccionas cuando ves a un necesitado? ¿Cómo impacta tus sentimientos?¿Qué aprendes sobre ti mismo en esta situación?El maestro Budista Jack Kornfield recomienda otro ejercicio que consiste en llevar a cabo cualquier impulso que sentimos de ser generosos, sea cual sea, durante un periodo de 24 horas. Si ésta práctica parece muy difícil podrías limitarte a dar obsequios o donaciones menores. Otra práctica podría ser la de regalar una suma definida, como un dólar, a cualquier necesitado con quien nos topemos en la calle por un tiempo definido.
La generosidad no se limita a dar bienes materiales. Podemos ser generosos con nuestra bondad y nuestra receptividad. Este tipo de generosidad no tiene que ver con la riqueza. La generosidad puede significar simplemente dar una sonrisa o prestar tiempo a un amigo para escucharle. Aunque parezca paradójico, el simple hecho de estar abierto a recibir la generosidad de otros puede ser una forma de generosidad. Otros se benefician cuando recibimos su generosidad con agrado.
También podemos dar el regalo de nuestra valentía, una cualidad que se va desarrollando a medida que madura nuestra práctica. Cuando arraigamos nuestra vida más y más en la ética, la sabiduría y el valor, podemos ser personas más compasivas, y por lo tanto otros seres tendrán menos razón para sentir temor de nosotros. En un mundo donde prevalece el temor, el valor es una contribución muy necesaria. Una descripción bastante acertada de un ser iluminado es que es alguien que ayuda a disipar el temor de otras personas.
Las enseñanzas Budistas enfatizan que la manera en que damos tiene la misma importancia que lo que damos–debemos dar con respeto, con felicidad y alegría. Cuando practicamos la generosidad y no nos trae gozo ni felicidad entonces debemos examinar nuestros motivos para dar y posiblemente re-evaluar si debemos seguir dando.
La libertad del Buda consiste en estar liberados de toda especie de apego, y el antídoto más obvio para el apego es el soltar aquello a que nos aferramos. Siendo que la práctica de la generosidad involucra el soltar o dejar algo, es un buen ejercicio para aprender a renunciar al apego. Sin embargo, el dar implica mucho más que soltar algo. También el dar tiene que ver con el desarrollo de cualidades positivas del corazón como la bondad, la compasión y la ternura. Por lo tanto el dar nos lleva al centro de la práctica Budista, y a la vez nos ayuda a tener una práctica espiritual balanceada y centrada en el corazón.