Capítulo 10: Virtud – Los Cinco Preceptos
De igual manera que un mercader cargando gran mercancía en una pequeña caravana
Evita caminos peligrosos;
De igual manera que alguien que ama la vida
Evita el veneno:
Así también debieres evitar las acciones malvadas.
Dhammapada 123
La práctica espiritual Budista se divide en tres categorías generales conocidas en Pali como sila, samadhi y panna. Se traducen respectivamente como virtud, meditación y sabiduría. Funcionan como las tres patas de un trípode y por lo tanto es esencial cultivar las tres para tener una vida espiritual balanceada. La sabiduría y la meditación no se desarrollan sin la virtud. El desarrollo y la comprensión de la virtud a su vez requieren la sabiduría y la meditación.
No existe una palabra en idiomas occidentales que por sí sola sirva como traducción para sila. Según su origen etimológico sila proviene de la palabra cama o lecho. No estaríamos equivocados en decir que sila es el lecho o el fundamento sobre el cual descansa el resto de nuestra vida espiritual. Tarde o temprano, cualquiera que empieza a desarrollar sensibilidad mental por medio de la meditación descubrirá que sin basarse en una vida virtuosa no logrará mucha profundidad.
Sila casi siempre se traduce como “virtud” o “ética,” pero no debemos confundirlo con categorías occidentales de virtud o ética. En el occidente uno de los fundamentos tradicionales de la ética religiosa son los mandamientos Divinos. Estos mandamientos constituyen las reglas absolutas que debemos seguir en nuestra vida. Tal aproximación a la ética, especialmente cuando se le aplica literalmente, puede conducir al sentimiento de culpa exagerado, una emoción que se observa confrecuencia en el mundo occidental, pero que se considera innecesaria y contraproducente en el Budismo.
El Budismo interpreta las virtudes y la ética en términos pragmáticos, no en base a ideas del bien ni del mal, sino en base a la observación de que ciertas acciones conducen al sufrimiento y otras conducen a la felicidad y a la libertad. Un practicante Budista se pregunta: “¿Esta acción aumenta el sufrimiento o la felicidad en mí y los demás?”Este enfoque práctico es más apto a conducir a la investigación moral que al remordimiento.
El Buda formuló cinco preceptos que nos sirven como pautas para las virtudes y el comportamiento ético. 1) Abstenerse de quitar la vida, 2) Abstenerse de robar, 3) Abstenerse de conducta sexual dañina,4) Abstenerse de mentir y 5) Abstenerse de estupefacientes o embriagantes como las drogas o el alcohol.
El Buda se refirió a estos cinco de diferentes maneras. A veces les llamaba las “cinco reglas de entrenamiento” (pancasikkha), en otras ocasiones les llamaba las “cinco virtudes” (pancasila), o a veces simplemente las “cinco cosas” o las “cinco verdades” (pancadhamma). La expresión “cinco cosas” puede sonar extraña pero posiblemente esa falta de precisión nos libera un poco de las ideas preconcebidas y exactas que tenemos de lo que es la ética y de su función.
Hay tres formas distintas de entender estas “tres cosas”. En primer lugar, funcionan como reglas de comportamiento. El Buda no las consideró mandamientos divinos sino más bien “reglas para el entrenamiento espiritual.” Voluntariamente nos sujetamos a ellas. El seguirlas promueve el desarrollo de la meditación, la sabiduría y la compasión.
Como son parte de nuestro entrenamiento los preceptos restringen nuestras acciones. El practicante declara: “por el bien de mi entrenamiento me comprometo a no matar, no mentir, no robar” etc. Es decir, aceptamos la contención de nuestros impulsos. En vez de seguir nuestra inclinación por matar un mosquito o robar un lapicero de la oficina, nos abstenemos y tratamos de aplicar la concentración plena a ese impulso dañino ante el cual estamos reaccionando. De dicha manera logramos frenar las reacciones automáticas que suscitan nuestros deseos. En vez de evaluar si las acciones son malas o inmorales, usamos las restricciones como si fueran un espejo para observarnos a nosotros mismos, para entender nuestras reacciones y motivaciones, y para reflexionar sobre las consecuencias de nuestro accionar.
Cuando seguimos las reglas de entrenamiento recibimos una poderosa forma de protección. Principalmente, los preceptos nos protegen de nosotros mismos, del sufrimiento que nos causamos y que causamos a otros al actuar con poca destreza y sabiduría espiritual.
En segundo lugar, el Buda describió los preceptos como si fueran principios de virtud. Las virtudes fundamentales que subyacen a los cinco preceptos son la compasión, el no causar daño, y la generosidad. Nos dejamos guiar por los preceptos a consecuencia de nuestra compasión, porque reconocemos el sufrimiento de otros, y porque creemos que existe la posibilidad de que otros sean liberados de su aflicción. También vivimos según los preceptos debido a la compasión que tenemos por nosotros mismos. Queremos proteger y nutrir nuestra propia vida. Por lo tanto, somos cautelosos y disciplinados en cuanto a nuestras intenciones, nuestras acciones, nuestras palabras y nuestros pensamientos.
Pero no queremos que los preceptos se conviertan en un ideal rígido y tiránico, o algo que oprima a los demás. Por lo tanto, los practicamos conjuntamente con el principio de no hacerle daño a otros seres. Podemos evitar el sufrimiento que puede generar la aplicación estricta o descorazonada de los cinco preceptos si nos preguntamos: “¿Esta acción causa daño a otras personas o a mí mismo?” Sería contradictorio practicar los preceptos cuando causan daño o abuso siendo que la comprensión del sufrimiento y el deseo de superarlo es precisamente lo que nos inspira a seguirlos.
Vivir según los cinco preceptos es en sí una acción generosa; al hacerlo damos el regalo maravilloso de protección espiritual a otros y a nosotros mismos. De hecho, una razón pragmática para aplicar los preceptos como reglas de restricción es para atraer la felicidad a nuestras vidas. Muchas personas meditan porque sienten la ausencia del gozo y la felicidad. Según el Buda una de las maneras más eficaces para cultivar y apreciar la felicidad es vivir vidas virtuosas.
En tercer lugar, el Buda habló de los preceptos como si fueran las cualidades del carácter de una persona. La persona que ha avanzado espiritualmente es alguien quien está dotado de las cinco virtudes. Se han convertido en características importantes que definen su forma de ser. Una vez que alcanza cierto nivel de iluminación simplemente le es imposible violar los preceptos. Seguir los preceptos es un resultado directo de haber alcanzado la libertad.
En resumen, las “cinco cosas” se pueden interpretar como reglas para el entrenamiento espiritual, como guías virtuosas para el comportamiento, o como descripciones del carácter de la persona iluminada. El mundo necesita más personas con las intenciones, la sensibilidad y la pureza del corazón que representan los cinco preceptos.
Que los preceptos sean fuente de felicidad para todos.