Capítulo 15: La Atención Plena De Los Pensamientos
La mente, difícil de controlar,
Aletea por doquier, según su parecer.
Es bueno domarla.
La mente disciplinada trae felicidad.
La mente, difícil de percibir, excesivamente sutil,
Aletea por doquier, según su parecer.
El sabio la controla.
La mente vigilada trae felicidad.
Dhammapada 35-36
A veces las personas se imaginan que la idea de la meditación consiste en dejar de pensar-tener una mente silenciosa. De vez en cuando ese es el resultado de la meditación, pero no es necesariamente su propósito. Los pensamientos son una parte importante de la vida, y la práctica de la atención plena no está supuesta a hacerles la guerra. Recibimos más beneficio si tenemos una actitud amistosa con nuestros pensamientos que si los vemos como distracciones desafortunadas. Durante la meditación no arrestamos los pensamientos sino que superamos las preocupaciones que están entrelazadas con estos
La atención plena tampoco consiste en pensar en alguna cosa en particular. Más bien, es un proceso mental de observación, sin historias o narrativas, de todos los aspectos de nuestra vida. En los momentos en que predomina el pensamiento, la atención plena consiste en tener una consciencia clara y silenciosa de lo que estamos pensando. Un consejo muy práctico y tranquilizante lo recibí de alguien que dijo: “En lo que a la meditación se refiere, no hay nada en especial que valga la pena pensar.” Los pensamientos van y vienen por voluntad propia, y el meditador no tiene que involucrarse con ellos. No estamos interesados en relacionarnos con el contenido de nuestros pensamientos. La atención plena consiste simplemente en reconocer que estamos pensando.
Durante la meditación, cuando los pensamientos son sutiles y están al trasfondo de la mente, o cuando los pensamientos espontáneos nos distraen de nuestra consciencia del presente, lo que podemos intentar es reanudar la atención plena de la respiración. Pero si nuestra preocupación por los pensamientos es tan fuerte que no logramos desligarnos de ellos, entonces la atención plena no se enfoca en la respiración sino en establecer una consciencia clara sobre el hecho de que el pensamiento está ocurriendo.
El pensamiento compulsivo se fomentado en gran parte por la identificación y la preocupación que tenemos con los pensamientos. Pero al observar claramente nuestros pensamientos, nos alejamos del ámbito de la identificación. Entonces el pensar se suaviza y se convierte en una corriente serena y callada.
A veces nuestro pensar es intenso y compulsivo aun cuando estamos conscientes de ello. En tal caso, es valioso observar cómo estos pensamientos ejercen un efecto físico y energético sobre el cuerpo.
Puede causar presión en la cabeza, tensión en la frente, constricción de los hombros, o un zumbido como si la cabeza estuviera llena de mil abejorros. Cuando esto ocurre permite que la atención plena sienta la tensión corporal, la presión o cualquier otra sensación física. Enredarnos en las historias mentales que acompañan a los pensamientos preocupantes es fácil, pero al percatarnos de la sensación física de nuestros pensamientos enfocamos la atención en el momento presente y no en las historias que acompañan los pensamientos.
Cuando un tema en particular aparece repetidamente en el pensamiento, lo más probable es que es un resultado de una emoción fuerte. En dicho caso no importa las veces que nos enfoquemos en la respiración, es probable que el tema continúe abrumándonos si no nos fijamos en el sentimiento que le origina. Por ejemplo, las personas que planean obsesivamente puede que se den cuenta que la necesidad constante de hacer planes resulta de la aprensión o la ansiedad. Si no se reconoce la ansiedad entonces esta agitación se convierte en una verdadera fábrica de producción de planes. Por lo tanto, si notas un patrón de pensamientos repetitivos, examina si puedes encontrar una emoción que lo motiva, y pon en práctica la atención plena de las emociones. La atención plena en sí no detendrá el pensar, pero sí le impone un freno al seguimiento compulsivo de los pensamientos. Así logramos ser personas más equilibradas. Las dimensiones físicas, emocionales, y cognitivas de nuestras vidas empiezan a trabajar conjuntamente.