Capítulo 18: Vivir De Acuerdo Con La Naturaleza
La persona que antes fue inatenta
Pero que ya no lo es,
Ilumina al mundo,
Como la luna liberada de las nubes.
Dhammapada 172
Toda práctica espiritual involucra cambio, o el deseo por el cambio: cambiar de un estado de sufrimiento a uno gozoso, de un estado agitado a uno calmado, de un corazón cerrado a un corazón abierto y compasivo. Cuando las personas empiezan en el sendero espiritual el deseo o a veces la necesidad de cambiar es muy clara. A la inversa, en algunas prácticas Budistas avanzadas el deseo por el cambio puede ser tan sutil que pasa casi desapercibido. Por ejemplo, podríamos aprender la práctica de aceptar las cosas tales como son, sin buscar cambio alguno en nuestra vida interior. Pero aún en esta práctica hay cambio, de un estado mental ansioso que no acepta las cosas a otro estado mental que acepta las cosas con tranquilidad.
Es importante reflexionar sobre nuestra relación con el proceso de buscar un cambio. ¿Hay formas saludables o no saludables de producir un cambio? Una manera de pensarlo consiste en distinguir entre cambios que acuerdan con la naturaleza y cambios que resultan como consecuencia de las acciones del ego.
Considera como un jardinero experto apoya el crecimiento de una flor. El jardinero no apresura el brote de la semilla para que crezca ni abre los pétalos de la flor con la mano para que florezcan. Más bien las nutre con paciencia, las protege, y permite que crezcan según su naturaleza.
De la misma manera, muchas de las cosas que sostienen nuestra vida ocurren sin necesidad que intervengamos conscientemente. Por ejemplo, el cuerpo tiene una forma de protegerse que la mente jamás logrará comprender. La mente consciente no puede controlar todo lo que se relaciona con el latir del corazón, la circulación de la sangre o el funcionamiento del sistema inmune. ¡Lo que hace el cuerpo sin nuestra mente consciente es realmente impresionante! Nuestra función en este proceso es simplemente el de nutrir y proteger.
En contraste con este desenvolvimiento natural están los cambios impuestos por el ego, como consecuencia de nuestra inseguridad, temor, hostilidad, codicia o ambición. Y debido a nuestra capacidad fenomenal para generar ideas abstractas, logramos imponer nuestro mundo de ideas sobre la naturaleza en vez de ser pacientes y permitir que la naturaleza por si sola nos muestre qué es lo que necesitamos y cómo podemos trabajar de acuerdo con lo que nos enseña. Por ejemplo, un concepto que imponemos sobre nuestra experiencia es la idea de que las cosas son permanentes y estáticas. Pero esta tendencia nos pone en posición adversa a los procesos normales de la naturaleza que son transitorios y fugaces. Este concepto puede ser especialmente valioso cuando se trata de la comprensión y aceptación de los límites y la evolución de nuestros cuerpos. Otro concepto que puede reprimir la expresión de nuestra naturaleza es una auto-imagen muy rígida, que conduce al autoritarismo en nuestro comportamiento. Bajo esta fórmula todas nuestras acciones las sometemos a evaluación: “qué debo de hacer y qué no debo de hacer.”
Yo creo que la práctica espiritual se desenvuelve con más fluidez y normalidad cuando actuamos de acuerdo con los ritmos y las pautas naturales. Una metáfora útil para describir esto es la de un río. Entrar de lleno a la vida espiritual es parecido a lanzarnos a una corriente que conduce al mar. Lo único que tenemos que hacer es lanzarnos al río. La confianza, la persistencia, la atención plena, la claridad y la sabiduría nos ayudan a permanecer a flota. Una vez que estamos flotando, el río nos conduce sin esfuerzo alguno al mar. Si luchamos contra el río contra la corriente, nos agotamos por no seguir el movimiento natural del agua.
La metáfora del río es muy diferente a la metáfora popular de muchas religiones que asemeja el sendero espiritual al ascenso de una montaña. Esta metáfora sugiere que la vida espiritual requiere un esfuerzo difícil, constante, deliberado, costa arriba, que se presta a una espiritualidad impulsada por el ego. El viaje es arduo y no todos pueden llegar a la cumbre. Los picos de la montaña son estrechos y no dan cabida a muchos. En contraste, el mar es enorme y hay espacio para todos.
La metáfora del río expresa una práctica espiritual que está de acuerdo con la naturaleza y con la verdad. No quiere decir que la práctica espiritual no requiere esfuerzo de nuestra parte. Un río caudaloso exige que pongamos atención a la navegación para que no nos salgamos de la corriente y para evitar chocar contra las rocas y ser sacudidos por los remolinos. La práctica requiere atención plena e investigación, apoyada por la calma y la estabilidad interna para descubrir los procesos de la naturaleza y aprender cómo trabajar en armonía con ellos. Esto significa que a veces tenemos que permitir que el crecimiento espiritual ocurra sin intervención de nuestra parte. Nuestra mente consciente puede que ni entienda qué parte debe desarrollar. Al igual que una flor que necesita agua y fertilizante, nuestra vida interna se abre de maneras inesperadas cuando está lista, si la nutrimos pacientemente con atención, compasión y aceptación.
Para trabajar conjuntamente con la naturaleza debemos estudiarla a fondo. Una de las formas de hacerlo es el de examinar las diferentes maneras que trabajamos en contra de la naturaleza como cuando somos críticos, hostiles, demasiado exigentes, apresurados, poco bondadosos, o tacaños.
Otra forma de estudiar la naturaleza es por medio de la atención plena del cuerpo. Después de todo, nuestros cuerpos son una expresión directa de la naturaleza. El cuerpo es posiblemente nuestra conexión más íntima con la naturaleza. Estar atentos plenamente al cuerpo es estar interesados en lo que el cuerpo manifiesta internamente y en lo que busca expresar. Muchas de nuestras voliciones, deseos, temores, aspiraciones, entendimientos, y emociones residen en el cuerpo. Cuando resistimos la naturaleza congelamos estas manifestaciones en el cuerpo. Pero al mismo tiempo si las actualizamos ciegamente también vamos en contra de la naturaleza.
Actuar en armonía con la naturaleza significa descubrir que somos naturaleza. En el Budismo hay una expresión que dice: “Aquellos que practican el Dharma están protegidos por el Dharma.” Otra forma de decirlo es que los que practican de acuerdo con la naturaleza están protegidos por la naturaleza. Los que practican según la verdad a la vez están protegidos por la verdad.
Que todos estén protegidos por la naturaleza.