Capítulo 19: Trabajando Con El Enojo
Yo llamo auriga
A aquel que mantiene controlada
La cuadriga tambaleante de un enojo que surge.
Otros simplemente sostienen las riendas.
Dhammapada 222
Frecuentemente observamos una tensión entre las enseñanzas Budistas relacionadas al enojo y los conceptos occidentales al respecto. Cuando doy una charla en cuanto al tema, “cómo trabajar con el enojo, cómo no dejarnos controlar, y cómo soltarlo,” inevitablemente alguien dice: “Yo no creo que el enojo siempre perjudica ni que tenemos que evitarlo. El enojo puede desempeñar unpapel útil en nuestras vidas. En ciertas situaciones es necesario, como cuando nos anima a protestar ante alguna injusticia.” Pienso que estos comentarios ocurren debido a una premisa equivocada. Muchos se imaginan que la palabra “enojo” significa lo mismo en idiomas occidentales que en el Budismo. Pero con frecuencia se refiere a experiencias muy distintas.
La palabra Budista dosa, que casi siempre se traduce como “enojo”, podría traducirse con mayor exactitud como “hostilidad,” una característica que puede estar presente en una amplia gama de emociones desde las aversiones menores hasta la furia descontrolada. Mientras que en idiomas como el inglés y el español la palabra enojo puede incluir la hostilidad, no siempre es el caso. En el occidente existe una larga tradición de aceptar diferentes formas de enojo que no necesariamente contienen hostilidad, por ejemplo, una protesta ante la injusticia.
Dosa es un sentimiento que hace arder a la persona que la vive. Las enseñanzas Budistas clásicas asemejan el estar enojado con una persona que tiene un pedazo de carbón ardiente en la mano. Para el budista nunca se justifica que nuestras acciones sean controladas por dosa porque dosa produce sufrimiento que la práctica Budista está diseñada a aliviar.
Un texto Budista clásico dice que dosa es como “la orina mezclada con el veneno.” En la India antigua se consideraba que la orina poseía valores medicinales; era desagradable pero beneficiosa. Pero cuando la orina se mezcla con el veneno, el medicamento desagradable se convierte en algo dañino. Así mismo, una voz que lanza un “No” rotundo ante una injusticia es beneficiosa aunque sea desagradable. Pero un “no” vigoroso mezclado con hostilidad es como mezclar la orina con el veneno.
Dosa mantiene a otras personas alejadas de nuestro corazón, de nuestra bondad y de nuestro cariño. No necesariamente tenemos que evitar el enojo, pero si tenemos que cuidarnos de no cerrar nuestro corazón.
¿Cómo podemos trabajar con esta emoción tan complicada? La meditación puede ser de mucho provecho. Cuando meditamos podemos experimentar nuestro enojo sin inhibiciones, juicios, o interpretaciones. Es de mucho alivio aprender a presenciar nuestro enojo tranquilamente sin que sintamos la necesidad de evitarlo ni de abordarlo. De hecho, la meditación puede ser el sitio más adecuado para experimentar el enojo, pues podemos permitir que fluya libremente en nosotros sin condenas ni aprobación hacia nosotros mismos o los demás.
Cuando tenemos la atención plena no-reactiva como base mental podemos investigar el enojo profundamente por medio de nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestros pensamientos. Cuando examinamos el enojo con calma aprendemos mucho sobre nuestra vida interna.
El enojo tiende a expresarse hacia algún objeto, hacia otras personas, otros eventos, o aún hacia partes de nosotros mismos. Pero cuando meditamos retiramos la mirada del objeto externo que nos enoja y enfocamos hacia adentro para estudiar la fuente de nuestro enojo y el sentimiento subjetivo de estar enojados.
Una manera de investigar el enojo es por medio de las sensaciones corporales. El enojo con frecuencia produce sentimientos de calor, tensión, un corazón palpitante o contracciones musculares. La respiración puede ser pesada o veloz, y el latido del corazón fuerte. Siendo que estas sensaciones son directas e inmediatas, ponerles atención ayuda a disminuir la preocupación con el objeto de nuestro enojo y con la historia mental que provee el motivo de nuestro malestar. También nos ayuda a estar centrados en el presente, condición que nos permite sentir el enojo más directamente.
Retirar nuestra atención del objeto del enojo es de suprema importancia porque aunque las condiciones que conducen a nuestro enojo pueden ser variadas, las causas directas del enojo hostil se encuentran en nosotros mismos. Estas causas incluyen la aversión, la avaricia, el resentimiento, el temor, las actitudes defensivas, y otras reacciones a veces innecesarias que muchas veces son el origen del dolor más agobiante en una situación difícil. Existe un refrán que dice: “Un enemigo puede herir tu cuerpo: pero si quiere hacerle daño a tu corazón tienes que permitir que el enojo te consuma.”
El enojo cargado de hostilidad a veces ocurre cuando reaccionamos con defensas o ataques ante algo que nos duele o nos causa gran impacto. En vez de lidiar con sentimientos incómodos como la tristeza, la soledad, el temor, la desilusión, o el dolor dirigimos nuestro enojo hacia un objeto externo, hacia otra persona o paradójicamente hacia nosotros mismos. Aprender a explorar nuestro dolor con integridad, sin reaccionar ante los eventos mentales y las sensaciones corporales, es un paso importante hacia la libertad.
En mi vida he aprendido que el enojo tiene dos causas primarias: el temor y el dolor. Cuando me enojo, si me es posible y es apropiado, me retiro de la situación e intento tomar consciencia de lo que está pasando dentro de mí. Si logro ubicar el temor o el dolor subyacente, entonces regreso a la situación y me involucro en el problema desde el punto de vista de alguien que ahora reconoce honestamente su dolor o temor. Las conversaciones que resultan de esta nueva perspectiva casi siempre son más benéficas, en parte porque ya no estoy culpando y atacando a los demás. Como consecuencia, la postura defensiva y las reacciones negativas de las otras personas disminuyen. Incluso, puede que estén más dispuestos a reconocer su responsabilidad por lo que está ocurriendo.
El enojo casi siempre funciona como una señal. La atención plena nos ayuda ver qué es lo que está señalando. A veces esta señal muestra que algo en el mundo externo necesita nuestra atención. A veces indica que algo en nuestro mundo interno no está bien. De igual manera el enojo es una señal que comunica que alguien está sufriendo, y ese alguien eres tú. Siéntate quieto en el epicentro de tu enojo y descubre la libertad de tu sufrimiento.