Capítulo 24: Paciencia
No te despreocupes por el bien, pensando,
“No tendrá consecuencias para mí.”
Así como un cántaro se llena de agua,
Gota a gota,
Un sabio se llena del bien,
Acumulándolo día tras día.
Dhammapada 122
En medio del frenesí de la vida cotidiana y en medio de nuestros esfuerzos por alcanzar diferentes metas como la eficiencia, y la auto-realización es fácil menospreciar la importancia de la paciencia. Pero cuando aprendemos que la visión clara, la paz, la compasión y el amor son incompatibles con las reacciones y los comportamientos compulsivos, empezamos a entender por qué es tan importante ser personas pacientes. Ser pacientes implica no dejarnos controlar por nuestras reacciones o nuestras compulsiones. La paciencia sirve como punto de apoyo muy importante para la práctica de la atención plena. Según el Budismo la paciencia tiene tres elementos tradicionales que proveen firmeza a la atención plena. Ellas son la perseverancia, la paciencia aun cuando somos agredidos,y la aceptación de la verdad.
La perseverancia se despliega por medio de una práctica espiritual moderada y constante que nos protege de sucumbir ante la duda, el desánimo y el temor. Si nuestra práctica no progresa conforme a nuestras expectativas es fácil desanimarnos. Por ejemplo, la meditación frecuentemente produce estados de ánimo agradables; pero si presumimos que podemos reproducir esos estados a voluntad estaríamos ignorando los subibajas inevitables de la vida y caeríamos en la desdicha. O quizás nos imaginamos que el progreso espiritual es constante. Pensamos que el sufrimiento disminuye a la par con el crecimiento de la paz y la concentración. Pero la verdad es que un periodo de amaine en la práctica puede proveer la fortaleza interior y la confianza para confrontar dificultades ignoradas por mucho tiempo. Es mucho más fácil mantener la práctica espiritual a largo plazo si reconocemos que no siempre progresa de manera constante, ni como lo anticipábamos. De ahí el valor de la perseverancia.
La perseverancia también es importante cuando la práctica sí está progresando. Desgraciadamente, cuando las cosas van bien nos conformamos, y en medio de la felicidad y de la calma perdemos la dedicación. Una perseverancia tierna nos permite practicar venga lo que venga sin estar perturbados por las dificultades o por los frutos positivos de la vida espiritual. La perseverancia es clave en permitir que la práctica de la atención plena madure y se adentre hasta lo profundo de nuestro ser.
El segundo tipo de paciencia es la paciencia ante la agresión. Quiere decir que no sucumbimos ante la ira, la agresión o el desespero cuando nos sentimos amenazados. Más bien permanecemos conscientes de nuestras reacciones y respuestas emocionales y buscamos formas más sabias de responder.
Pausar, siquiera un momento, antes de reaccionar es una manifestación poderosa de la paciencia. Una pausa puede darnos una mejor comprensión de la situación y de nuestras intenciones ante ella. A veces una pausa permite que algo maravilloso e inesperado surja, algo que no ocurriría si nos apresuramos a atacar, vengar, entrometer y controlar.
A veces las personas adquieren paciencia cuando encuentran un punto de vista nuevo para comprender una situación adversa. Muchas veces somos egoístas; no se nos ocurre que otras perspectivas pueden ser igualmente o hasta más válidas que las nuestras. Por ejemplo, durante el movimiento por los derechos civiles minoritarios en los Estados Unidosmuchas personas estuvieron dispuestos a soportar abusosfísicos, mentales y emocionales en la lucha pues comprendían que sus acciones eran parte de un contexto mucho más importante que elsufrimiento que padecían. Es decir, tenían una perspectiva más amplia que incorporaba el sufrimiento y las aspiraciones de grupos oprimidos. Como consecuencia de su valor y perseverancia ayudaron a transformar a todo un país de manera pacífica.
El tercer tipo de paciencia consiste en la aceptación de la verdad.Esto significa estar dispuestos a analizar profundamente, sin titubeos, la verdad del momento y la verdad que se encuentra en lo más profundo de la realidad. Una de estas verdades, según el Budismo, es que en nuestra esencia no hay un ser o un “yo” constante que tenemos que defender o al que tenemos que apegarnos. Si logramos comprender que en el centro de todas las cosas no hay una substancia permanente sino un vacío luminoso y fluctuante, podemos empezar a perder el apego por un ideal consciente fijo de lo que somos. Es decir, empezamos a captar que el “yo” estático que proyectamos y defendemos ante los demás es imaginario. El yo es más bien algo sujeto a transformación. Pero para lograr esta comprensión espiritual se requiere la reflexión paciente, pues este tipo de conocimiento profundo le cuesta al ego aceptarlo. Preferimos defender una auto-imagen que nos sirve de protección en un mundo muy consciente de las imágenes que someter esa imagen a la introspección meditativa. Muchas personas viven controladas por una visión limitada de sí mismos; puede ser aterrador dejar atrás dicha visión. La aceptación paciente de la verdad que nos ayuda a desechar algo tan importante es una característica positiva que se desarrolla conjuntamente con otras como la virtud, el discernimiento, la sabiduría, la resolución y el amor bondadoso.
La perfección máxima de la paciencia no es la de ser personas sufridas, capaces de aguantar y de evaluar situaciones repetidamente. Más bien, proviene de la ausencia de los enganches habituales y las reacciones automáticas que tenemos con los desafíos de la vida. La paciencia en plena madurez se desenvuelve con naturalidad. Ocurre sin esfuerzo alguno.
El texto Brahmana Samyutta que se encuentra en el Samyutta Nikaya cuenta la historia de un hombre iracundo que insultó al Buda. El Buda le preguntó al hombre si acostumbraba tener visitas en su hogar. Sorprendido por el cambio de tema el hombre le respondió que sí. Luego el Buda le preguntó que si a veces le ofrecía de comer a sus visitas. Cuando el hombre le contestó otra vez que sí el Buda le hizo otra pregunta ¿qué pasaría si ellos rehusaban aceptar la comida?¿De quién sería la comida entonces?El hombre replicó que era lógico que como no aceptaban su comida la comida aún le pertenecía. Entonces el Buda, de manera calmada, y me imagino compasiva, le dijo: “De igual manera, yo no acepto tus insultos. Por lo tanto permanecen contigo.”
Siendo que la paciencia suprema ocurre sin esfuerzo, quizás lo opuesto a la impaciencia no es la paciencia sino el sentimiento de estar satisfechos o contentos. Si no tenemos que perseguir los caprichos del ego tenemos la oportunidad de descubrir una gran satisfacción que se manifiesta en nuestra vida como una gran paciencia.